jueves, 1 de mayo de 2008

PERDEMOS EL AMAZONAS


Comienzo este articulo de nuestro sagrado amazona con un discurso dictado por el escritor colombiano Gabriel García Marquez en México. El tema que centralizaba el escritor era sobre lo negativo que puede ser las guerras y sus consecuencias. Pero sabemos bien que no puede haber una paz segmentada si no desempeñamos primero una vida completamente pacifica y esto no solo empieza con un ideal si no con acciones básicas como lo presento la filosofía budista y gandhista. Es decir comienza por ejemplo con una alimentación Vegetariana.

Lo que quiero ahora resaltar es que las guerras han ocasionado un impacto negativo a través de la historia en nosotros y en nuestro planeta. Hoy en día puede que se exterioricen estas guerras debidos las intervenciones diplomáticas que mantienen pero siguen perfeccionando sus armamentos y mejorando su tecnología militar para una futura eventualidad. Precisamente las pruebas submarinas que hacen con material explosivo para el mejoramiento de sus bombas traen consecuencias ha niveles terrestres y climáticas desastrosos.

Yo principalmente me he dedicado en la búsqueda de un pensamiento ecologista basada en las enseñanzas orientales y veo que son muy efectivas. El conocimiento académico y científico mundano no tiene valides cuando no se tiene una conciencia espiritual adecuada. Donde queda ese tipo de conocimiento cuando atentamos con la seguridad nuestra y de nuestro entorno?. Se pelean y cae una bomba como lo describe el texto y todo eso pierde valor. Estas guerras comienzan por apropiarse de las tierras como si fueran los dueños. En un texto indígena que puede leer de los indios vari me di cuenta que ellos a pesar de todo lo primitivo que aparenta ser tenían un bonito pensar de que todo era prestado y que uno no puede eseñorase de algo que a estado antes y seguirá estando después de nosotros. Solo aprendamos a conservar estos patrimonios que Dios nos da para vivir de una manera mas adecuada. En este caso el Amazonas es uno de los pocos rincones del mundo vírgenes sin la contaminación y explotación provocada por el hombre a través de las industrias y construcción de sus ciudades de piedra. Pues eso era lo que pensaba asta que encontré este articulo “lo que queda del edén”.

El cataclismo de Damocles (G. García Marquez)

Un minuto después de la última explosión, mas de la mitad de los seres humanos habrán muerto, el polvo y el humo de los continentes en llamas derrotaran a la luz solar, y las tinieblas absolutas volverán a reinar en el mundo. Un invierno de nube anaranjada y huracán helado invertirán el tiempo de los océanos y voltearan el curso de los ríos, suyos peces habrán muerto de sed en las aguas ardientes, y cuyo pájaro no encontraran el cielo. Las nieves perpetuas cubrirán el desierto del Sahara, la vasta amazonia desaparecerá de la faz del planeta destruida por el granizo, y la era del rock y de los corazones transplantados estará de regreso a su infancia glacial. Los pocos seres humanos que sobrevivan al primer espanto, y los que hubieran tenido el privilegio de un refugio a las tres de la tarde del lunes aciago de la catástrofe magna, solo habrá salvado la vida para morir después por horror de sus recuerdos. La creación habrá terminado. En el caos final de la humedad y las noches eternas, el ultimo vestigio de lo que fue la vida serán las cucarachas. Señores presidentes, señores primeros ministros, amigas y amigos: Esto no es un mal plagio del delirio de Juan en su destierro de Patmos, si no una visión anticipada de un desastre cósmico que puede suceder en este mismo instante…

Lo que queda del edén

En medio de ninguna parte. Un barco de transporte de viajeros se quedó atrapado en Barreirinha, municipio brasileño, situado en el centro del Amazonas.





Aislamiento. Las principales vías fluviales han quedado cortadas y aisladas, como estos palafitos.




Tierra cuarteada. Un caballo busca agua desesperadamente en la aridez del lago Curuai, en Pará.




A la deriva. Hasta 22 metros descendió el nivel del río Solimoes, en cuyo cauce quedaron los barcos que transportan coches.


Por Paco Rego. Fotografías de Daniel Beltrá
El pulmón verde de la Tierra —con más de seis millones de kilómetros cuadrados y una de las biodiversidades más ricas— cada día se torna más ocre. La deforestación, la peor sequía desde 1963 y los incendios han provocado que el caudal del río Amazonas descienda alarmantemente. Como si de plagas bíblicas se tratara, este desastre climático origina la muerte de fauna, la propagación de enfermedades, la escasez de agua potable y alimentos, y el bloqueo de las comunicaciones.
El paraíso se seca. Donde antes brotaba agua, sólo quedan fango y arena. El Lago del Rey, en el estado brasileño de la Amazonia, sigue oliendo a muerte. Miles de raspas sepultadas bajo los lodos recuerdan la catástrofe ecológica que comenzó hace ?0 meses; decenas de toneladas de peces asfixiados, miles de árboles y arbustos muertos y una población incontable de insectos desaparecida por culpa de una de las peores sequías de los últimos cien años.
La reducción del nivel de las aguas del río Solimoes, que cruza la capital, Manaus, y forma el Lago del Rey, también es un drama humano. Unas 72.000 familias, azotadas por la pobreza y la falta de alimentos, viven sus días pendientes del cielo. Pero el agua no cae. "Nunca hemos visto sequías tan intensas como la que está sufriendo la Amazonia", advertía el científico brasileño Carlos Nobre, uno de los mejores climatólogos del país, al diario O Globo.
Lejos del suelo, a 35.000 kilómetros de altura, los satélites de la NASA pintan un Amazonas que está dejando de ser sinónimo de abundancia. Hace un año cayeron 30,8 litros por metro cuadrado de media en la selva, cuando lo normal en ese periodo son 87,5. No son cifras menores si se tiene en cuenta que en el llamado pulmón del mundo llueve todo el año. Aunque cada vez menos. El río más caudaloso del planeta, el único que cuenta con delfines de agua dulce, ha perdido dos metros de altura en el último año. Y muchos de sus afluentes y lagos, como el Curuai, en el estado de Pará, son la imagen de un lecho seco y resquebrajado.
Tragedia. ¿Por qué la región verde y más húmeda del mundo se seca? Los biólogos más optimistas sitúan el principio del fin en el incendio de septiembre de ?989, cuando una colosal nube de humo, de dos millones de kilómetros cuadrados, cuatro veces la superficie de España, tiñó el cielo de negro. El impacto, del que dejaron constancia los satélites meteorológicos, fue de tal dimensión que la revista Time llevó aquella quema a su portada: "La destrucción de la Amazonia es una de las grandes tragedias de la Historia", titulaba con dramatismo el semanario estadounidense. Razones no faltaban. Desde aquella fecha, 700.000 km2 de selva, extensión mayor que la península Ibérica, se han perdido para siempre. Y con ella una cantidad de especies animales y vegetales de gran valor farmacéutico. Por si la situación no fuera suficientemente grave, un reciente estudio publicado en la revista Nature alarma de que antes de 2050 un 40% de esta selva puede dar paso a cosechas de soja y terrenos para el pasto de ganado. A día de hoy, nadie sabe cuántos secretos y milagros se esconden en esta floresta, como la llaman los nativos. Hay quien achaca su extinción al manido cambio climático, olvidándose del fuego intencionado y la tala masiva de árboles (actualmente 3.000 compañías madereras, sobre todo japonesas, sierran a pleno rendimiento). La voz de Francisco Chico Mendes ya lo anunciaba. "No firméis nada. Si perdemos la floresta, perdemos la vida", explicaba a los nativos que estaban siendo tentados por la industria de la madera, del oro y las grandes farmacéuticas. Francisco Mendes, sindicalista, el recolector de caucho o seringueiro que se levantó contra la explotación del hombre y de la selva, perdió las dos cosas. La víspera de la Nochebuena de ?988, en la puerta de la cocina de su propia casa, en el estado de Acre amazónico, dos pistoleros le reventaron el pecho de un disparo. Tenía mujer y dos hijos. Lo asesinaron una semana antes de que cumpliera 44 años. Murió porque su activismo causaba enormes perjuicios a los amos de la madera. Pero sobre todo murió por la impunidad que reina en esa zona de Brasil.
Lo contaba así al periodista la antropóloga Fiona Watson, que lleva más de 20 años luchando pacíficamente al lado de los sufridos yanomami. "La mayoría de los crímenes, humanos y medioambientales, que se comenten en la Amazonia nunca llegan a las páginas de los periódicos", se queja la conservacionista. Habla de un territorio donde, según denuncia, "los pistoleros a sueldo de terratenientes y de multinacionales llevan décadas sembrando el terror. Se mata, se esquilman recursos naturales cuyos beneficios para la salud jamás conoceremos... El último paraíso agoniza y nadie pone freno a esta barbarie".
Fue el fraile español Gaspar de Carvajal, el primer cronista europeo en viajar por el Amazonas (otros dicen que ese honor recae en Francisco de Orellana), quien, en la segunda mitad del siglo XVI, bautizó al gran río. El nombre se le ocurrió cuando la embarcación en la que remontaba el cauce fue atacada por unas aborígenes, que evocaban a las mitológicas —y guerreras— "amazonas" griegas narradas por los historiadores Herodoto y Estrabón.
Meca de naturalistas, antropólogos y zoólogos, aquel río interminable (7.020 kilómetros de largo, según las últimas mediciones) y caudaloso (transporta más agua que el Nilo, el Misisipí y el Yangtsé juntos) era el zoo acuático más grande conocido por el hombre blanco. Nace en la Quebrada de Apacheta, junto al Nevado Misti a 6.000 metros de altura, en la región de Arequipa, en los Andes peruanos. Más de ?.000 afluentes le vierten sus aguas, siendo los más importantes el río Negro, el Xingu, el Madeira, el Ucayali y el Tocantins. En la desembocadura la distancia de una orilla a la otra es de cerca de 330 km (de Madrid a Jaén), medidos entre Cabo do Norte y Punto Patijoca, e incluyendo la isla de Marajó y el delta del río Pará.
Aún hoy, a pesar del fuego, la contaminación y el expolio de plantas y animales, la región sigue acumulando la mayor biodiversidad del planeta. Su clima de selva lluviosa es ideal para las 60.000 especies arbóreas que alberga, con plantas que llegan a coronar los ?00 metros de altura. Se pueden encontrar centenares de tipos de mamíferos, aunque nada comparable a las ?.500 aves y peces diferentes ni a los millones de insectos de distintas especies, sin contar los reptiles, anfibios y microorganismos que aún quedan por clasificar.
El ?0 de julio de 2005 las autoridades de Manaus decretaron "estado de calamidad pública" en todo el Amazonas. El Gobierno de Lula, decidido a alquilar a las multinacionales los terrenos de propiedad pública, una iniciativa criticada por gran parte de los científicos del país, liberó recursos financieros por valor de ?4 millones de dólares para repartir comida y medicinas a los 72.000 afectados por la sequía. Un fenómeno cíclico, esgrimen algunos. O, como diría Chico Mendes, "la maldición del hombre blanco".





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